Cuando el titiritero se duerme la conciencia se despierta

Aug 6 / Eduardo Insignares
El colapso anunciado
Estamos siendo testigos de un fenómeno que, más que histórico, es ontológico: los sistemas de control humano —esos entramados de poder en los que hay análisis extensos de quienes son, su razón de ser y que alguna vez ofrecieron orden, protección o progreso— se están desmoronando. No es un colapso súbito, ni una revolución espectacular. Es, más bien, una lenta y persistente descomposición. Como cuerpos muertos que aún fingen respirar, estas estructuras repiten discursos, buscan mantener autoridad política y económica, ensayan vigilancia… pero ya no tienen alma. Aún mantienen control, pero al igual que un orificio hecho en una presa con agua, poco a poco, de manera inevitable, se desmoronará.


Gobiernos, instituciones educativas, religiones organizadas, sistemas de salud, modelos económicos y plataformas tecnológicas: todos los pilares que pretendieron dirigir el destino humano desde afuera están hoy siendo expuestos en su fragilidad. El orificio en la presa con agua está hecho. Ya no inspiran. Ya no contienen. Ya no guían. Y esta circunstancia, este aparente vacío no es una pérdida: es una liberación.

La caída de los sistemas de control humano no es un apocalipsis; es la poda necesaria antes del nuevo brote, del nuevo conocimiento. Esta caída es la oruga que se disuelve antes de volverse mariposa. Es el retorno del ser humano a su capacidad original: crear sentido desde dentro, no obedecerlo desde fuera como ovejas, sin cuestionar, sin preguntarse.

La conciencia como fuerza emergente

¿Quiénes somos cuando nadie nos dice qué hacer? ¿Quiénes somos cuando no hay un algoritmo que nos prediga, un jefe que nos mida, un dogma que nos castre?.

La pregunta más importante, dicen los antiguos sabios y maestros es: ¿Quién soy yo?; ¿Qué es aquello que llamo yo? Somos energía, somos información expresada en nuestra organización y en nuestras moléculas, al final, somos conciencia. Y la conciencia cotidiana humana—cuando no está secuestrada por el miedo o domesticada por la costumbre— es profundamente libre, amorosa y creativa, como un reflejo de la conciencia interna verdadera.

Este es el tiempo para recordar. No de adquirir y de sumar conocimientos para la erudición, sino el tiempo de volver a lo que somos: cuerpos que sienten, corazones que intuyen, mentes que visualizan y dialogan con el misterio profundo de la vida. Es el tiempo en que la medicina vuelve a ser sagrada, en que el conocimiento se vuelve, a través de lo transdisciplinar, unidad; tiempo en que la espiritualidad se encarna y deja de flotar como nube decorativa en el paisaje del ego.

Y es el tiempo en que comprendemos que el control fue siempre una ilusión: que ninguna ley, ningún dogma ni ninguna estructura puede retener al río de la conciencia que hay en tu interior y que decides dejar fluir cuando despiertas. Hoy, la conciencia humana despierta no para gobernar, sino para co-crear, para armonizar. No para reemplazar los sistemas que caen, sino para disolver la necesidad que tenemos de ellos. Porque cuando la inteligencia del corazón se activa, ya no hay amos ni esclavos: solo seres humanos encontrándose de nuevo consigo mismos y con la vida.

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