Ser Padre y Feminista

Sergio Díaz-Botero
De entrada el título de este Blog ya sugiere bastantes polémicas, la primordial para quienes están leyendo este escrito: ¿puede un hombre ser feminista? La respuesta quizás hace algunos años para mí era clara: no, un hombre no puede ser feminista, y no porque no queramos, sino porque somos un grupo privilegiado, más aún si somos blancos y heterosexuales. Hoy en día esa pregunta tiene más matices que respuestas, todo, debido al nacimiento de mi hija Antonia. Hace poco comenzamos (lo digo por Antonia y por mí, aunque también leo para que mi esposa escuche) un texto de obligatoria lectura para cualquier ser vivo, “Querida Ijeawele, cómo educar en el feminismo”. El texto es de la aclamada escritora Chimamanda Ngozi Adichie, de quien en posteriores textos podremos analizar algunas críticas, pero que, por encima de todo, admiro profundamente. El texto explica de forma maestra una serie de sugerencias que la autora remitió a una de sus amigas de infancia que recién había sido madre. Estas sugerencias giran en torno a una sola cuestión: ¿cómo educar en el feminismo?Debo confesar que como profesor universitario, al leer el título y el tamaño del libro (que por demás es pequeño), no imaginé lo que encontraría, y es que al ser de la editorial Random House uno esperaría textos más voluminosos y con portadas más estrambóticas; pues el resultado para mi sorpresa fue todo lo contrario. Agradezco en el alma a mi esposa por despertar en mí el interés hacia Chimamanda y a mi hija por despertar más aún el interés hacia el mundo del (os) feminismo (s), pues fue realmente gracias a ella que me entendí a mí mismo como papá y no como un simple hombre. Las sugerencias que Chimamanda le da a su amiga son, quizás, tan reveladoras como sensatas, pero aún así escapan a la lógica del conservadurismo estricto, ese que no permite que las cosas sean de otra manera porque “así siempre ha sido”. 
Quizás las que más me impactaron fueron las tres primeras: i) sé una persona plena, ii) háganlo juntos, y iii) los roles de género son una solemne tontería. Todas ellas con su explicación, claro está, sin embargo dirigidas de forma mordaz a taladrar mi cabeza, pues claramente el texto fue escrito para las mamás y no para los cuerpos gestantes, porque es prudente recalcar el hecho de que hoy en día existen padres que también dan a luz.

Chimamanda pone en evidencia en este texto corto que el (los) feminismo (s) van más allá de la acción directa que siempre se muestra en medios de comunicación masiva. El actuar feminista se ve incluso en las acciones cotidianas de crianza, las labores domésticas e incluso los pequeños acuerdos que como familia tengamos. El punto es encontrar un espacio tan fraterno y íntimo que no pueda ser permeado por lo ajeno, incluso las apariencias, las miradas, los gestos de una sociedad que históricamente ha aplaudido la exclusividad de los cuerpos feminizados en las labores de cuidado incluso otorgando el grado de ejemplar a quien se dedique a esos avatares, y, por otro lado, la abnegación al cuerpo masculino que sólo trabaja, poco habla de sus sentimientos y siempre habla de “ayudar” con el hogar, como si realmente él no viviera, no comiera, no durmiera, en la casa que cohabita con su familia.
El asunto es que, aún cuando se escribió en clave de conectar con las mujeres que buscan educar a sus hijas en feminismo (s), yo también imaginé a mi hija siendo guiada por su padre en esa senda, mantengo la idea siempre fija en que mi hija entienda lo que implica la equidad y la justicia de género, que aprenda a convivir con sus privilegios y a utilizarlos en beneficio de quienes no los tienen. Todos los días abrazo a mi pequeña hija y le digo que sea plena, porque es bella, es suficiente, es inteligente, cada día intento mantener el trabajo en equipo a flote con mi esposa, pues esta empresa llamada familia no da descanso, somos conscientes de que somos ambos los que dirigimos esta travesía, y, aunado a todo, estamos completamente convencidos de que los roles de género asignados por la sociedad son en extremo perjudiciales, pero que somos nosotros quienes los que decidimos tomarlos o dejarlos, en mayor o menor medida.
Quizás simplemente asumiendo mi rol como hombre no pueda ser feminista, es una teoría que muchas mujeres en el movimiento suscriben, algo que respeto profundamente, sin embargo, hoy en día, siendo padre y asumiendo otro rol, uno que nada tiene que ver con el hecho de ser hombre, puedo decir que es el ideal de vida y la ética que quiero para mi hija, para mi esposa, incluso para mí mismo y mis seres queridos, pues desde la orilla en la que me encuentro en el trabajo de la crianza, prefiero estar de lado de las causas que considero justas, enseñarle a mi hija sobre historia, matemáticas, sociología, biología, todo lo que sus ancestras no pudieron tener, para que algún día allane el camino para las que vienen detrás, porque para mí eso también implica (n) el (los) feminismo (s), entendernos no solo en la inmediatez, sino proyectarnos hacia el futuro con sororidad, solidaridad, con hermandad.
El libro, tal como lo dije antes es de obligatoria lectura, aquí solo expuse tres de las quince sugerencias, sin embargo con el transcurso de las letras, cada una entrelaza con las anteriores. En definitiva, puedo decir que siendo padre se puede ser feminista, que el ser hombre no es razón suficiente para ser padre y que, quizá si sea necesario ser feminista para ser buen padre.

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